Turiferario
Mesa de noche, de luz, de polvo, sueños, recuerdos o buró.
No importa el nombre que le demos si al fin, siempre será un perchero para abandonar o para retomar lo pendiente, según el antojo de cada noche.
Tengo una por cada lado, y, bien podría decir que estoy por quitar ambas, que, junto a mis almohadas, sospecho hacen equipo para sabotear mi sueño, son cómplices del insomnio recurrente en cada madrugada.
La situación actual de mi mesa del lado izquierdo es darle lugar a una cajita de música que hace años no abro, lo que guardé en ella ni siquiera lo extraño y la amistad de quien me la obsequió ni música necesita; fue un ángel de pisada muda, de sintonía oxidada y armonía inexistente, nunca supe si quería llegar o yo me fui; además, está la pila de libros por leer, y los primeros tres siempre son los títulos que, según mi animo me arrullan y acompañan en la odisea de cada noche para conquistar el sueño.
Del lado derecho están los libros que me arrancan un suspiro al cerrarlos, los que lamento su partida y se convierten en títulos de cabecera y aun, sin volverlos a abrir, el contemplarlos me recuerda, que la intención si cuenta, que la verdadera compañía es lo que no se va, donde el tiempo pierde y el polvo anida.
Lo anterior con la finalidad de, si una noche no regreso de algún sueño, será porque encontré un libro de cuentos y lo divino me cautivó, atrapada en la fantasía olvidaré este mundo que cada día se me dificulta más entenderlo y, a veces ni siquiera lo consigo.
Cuando la ausencia sórdida y morbosa me llene de virtudes y describan a la que no fui, espero que la mesa de guardar el polvo les de luz, deseo me conozcan por lo que leía y me recuerden con lo que dejé escrito.
P.D. Yo vivo en los detalles y la síntesis no me presiona.