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EDITORIALES


Anudar el hallazgo


La historia del día en la palabra de hoy:


La palabra de ayer, la perdida, la del miedo, la excusa
La del mañana, con incógnita, magia e incertidumbre
Y una sola palabra con intensidad, anudar y vivir el hoy.


Siempre ahora.








(Iniciamos 366 historias)
08 de enero 2015

jueves, 4 de febrero de 2016

Mis entrelineas de Adiós a los padres





Mis entrelineas de  Adiós a los padres
Yolanda Valenzuela
@yovaro






Las ausencias de los padres no siempre terminan antes de morir, ni al morir si quiera, “su muerte deja mensajes inesperados que sacuden y nos cambia por completo la visión de su drama y de su ausencia”. 


Celebro que llegara a mis manos “Adiós a los padres” de Héctor Aguilar Camín y enterarme aunque me duela, que, la bondad sin análisis sí existe, es posible y Héctor la posee,  porque es el deber ser, por el recuerdo, por el pasado o por el presente, por obligación o por la vida, porque eso queda o por el no hay más y  el ¡porqué sí!  que yo no descubrí a tiempo  para cuestionar en vida  el reencuentro  que ahora sostengo con mi papá en las charlas que con imaginación rescato en cada taza de café que encuentro a mi paso. 
El tiempo y la muerte  diluyen todo, menos la soberbia.


Este libro me gustó por las ausencias que me pertenecen, y las entrelineas se embrollaron con  mis propios motivos. 
“¿Con quién palabro?”
“¡Soy ilusoria!”


La muerte no avisa cuando llega ni la percibes rondando al despertar, aunque la imagines en los insomnios ociosos y  creas estar preparada para vencerla de frente, “nos levantamos y nos vestimos sabiendo que el mal día ha empezado y que no habrá tiempo para otra cosa que vivirlo en las ropas en que nos haya sorprendido”, y  acudir a sus funerales, el último  evento formal en la vida de las personas,  cuando tomas la mala decisión y no asistes, toda la vida resulta insuficiente para rectificar la actitud que surge de los egos y orgullos para un día que siempre pesa y nunca pasa porque cada detalle es un recuerdo que araña el alma. 


Mezclar la esencia de las ausencias y constancias en el polvo que nos convertimos y la tierra que nos espera, es un acierto y cambiar de idea es prueba que cada momento tiene sus propios sentimientos, reivindicar la emoción es un derecho, bien sea que los padres de Héctor Aguilar Camín  compartan un poetree*  (la urna fúnebre que te permite plantar un árbol en las cenizas) o les conceda su espacio propio, permitiéndoles perdurar y prolongarse en la vida que siempre florece donde hay un árbol con historia.  



Desde que mi papá murió, me cuestiono si tengo el derecho a decidir e imponer mi voluntad, inhumar a mi mamá junto a él, y obligarlos a compartir  lo que la muerte deja, y recordé  que ella se pasó mi vida hablando todo lo mal que podía de mi papá pero, arreglándose con mucho esmero todos los días al irse a misa, hasta que descubrí que mi papá la observaba desde la última banca, y ella lo veía cuando venía de comulgar. Se divorciaron para toda la vida pero creo, que no del amor porque ninguno volvió a tener pareja.  Las mujeres somos brujas que cargamos con todos los colores para pintar la ocasión. Y cerré el libro con la certeza que cuando el momento llegue, seremos en la muerte la familia unida que en vida, no disfrutamos.


El amor de tu vida es el que estás viviendo, porque somos lo que sentimos en cada momento, y el tiempo, siempre  trae otros.
Nacer sin etiquetas obliga a defender la libertad hasta en  la posteridad, las letras de un epitafio no definen porque estamos hechos de cada momento que nos construye.



El reto es no olvidar, que la urgencia de ser querido llega, y un abrazo siempre sostiene, tener aunque sea un solo momento que contenga la dicha suficiente para recordarnos la intensidad, qué valió la vida, y tenerlo a la mano para qué dibuje la expresión radiante y dispuesta para el último suspiro.
“Mano fría, amor de un día”
(Hectorcito o Godot)





Balaustre:

La vida debe ser más osada que la muerte, para vivir el amor que llene y acompañe tu realidad.







* El proyecto Poetree es una iniciativa poética de devolverle a la tierra lo que es suyo: nuestro cuerpo. En esta urna biodegradable puedes plantar un árbol de cerezo que crecerá alimentado por las cenizas del difunto.